Más que un maestro: el día que Piccolo se sacrificó por Gohan

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El 29 de noviembre de 1989 se emitió una de las escenas más emotivas de Dragon Ball Z: cuando el namekiano puso la vida de su discípulo por encima de la suya. No dudó en recibir el ataque de Nappa, muriendo en el acto.


Dohko y Shiryu. Izumi y los hermanos Elric. Jiraya y Naruto. Hiko Seijūrō y Kenshin. Y podría seguir la lista. Unos son sabios. Otros-no-tanto. Un par, incluso, pervertidos. Algunos desde una escuela o un dojo, otros fuera del aula. A su manera, estos vínculos indestructibles, las relaciones maestro-alumno, se convirtieron en un denominador común dentro de los populares anime que acompañaron nuestra infancia. Forjaron, además, a algunos de sus más grandes personajes.

Pero pocas historias lograron calar en los fanáticos como la de Gohan y Piccolo. Básicamente porque el amor, respeto y admiración, sin olvidar esa suerte de miedo inicial, que el pequeño hijo de Gokú demostró con el que actuó como su maestro, lograron lo que nadie pudo antes: cambiarlo para siempre.

Piccolo, quien nació como la verdadera reencarnación del mal, con el paso del tiempo, Gohan-mediante, mostró otra cara, una mucho más bondadosa.

Todo comenzó tras la muerte de Gokú en su lucha frente a Raditz. Entonces, el del planeta Nameku asumió la responsabilidad de entrenar al pequeño saiyajin que había perdido a su padre. Fue, en principio, un proceso despiadado, acorde al complejo carácter de Piccolo.

Poco a poco, sin embargo, el vínculo que se creó entre ambos logró "humanizarlo": el namekiano comenzó a preocuparse por su discípulo, a esconder un sincero cariño…, y, con ello, pasó gradualmente de ser un inequívoco villano a un compañero de los Guerreros Z.

Prueba de esta impensada transformación fue la cruenta lucha que sostuvieron, tiempo después, ante Vegeta y Nappa: en un momento crítico, tras las bajas de Yamcha, Chaoz y Tenshinhan, el calvo saiyajin intentó acabar con Gohan, recurriendo a una de sus más poderosas técnicas.

Fue allí cuando, en uno de los momentos más emotivos de la serie, Piccolo dejó atrás todo y, sin importar las consecuencias, se atravesó en el camino, salvando a su discípulo, pero muriendo a cambio.

"Tú fuiste el único que habló conmigo como un amigo sincero. No fue tan aburrido estar contigo durante un año. Te quiero", fueron las palabras finales del namekiano, ante un Gohan desconsolado.

Fue la primera vez que Piccolo se sacrificó por Gohan. También, el ejemplo más claro de que lo veía no sólo como a un discípulo: lo quería como a un hijo. Y ese sentimiento era recíproco. El saiyajin veía en el de Nameku a un referente, una persona trascendental en su vida…, un padre.

https://www.youtube.com/watch?v=r9JYg9CKkok

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