Review | Una semana con la Nintendo Switch

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La última consola de Nintendo cumple con la promesa de su campaña, pero también demuestra que está bien lejos de ser un producto terminado


Se acabó la magia, la luna de miel. Luego de un día de lanzamiento con filas y locura que rompió varios récords de venta para Nintendo y de incontables horas rondando por los paisajes de The Legend of Zelda: Breath of the Wild, es tiempo de empezar a hablar sobre el estado actual de la Switch en la llamada guerra de las consolas.

Cuando el concepto fue presentado en octubre del año pasado, todo parecía funcionar bien, en el mundo fantástico de la publicidad: una consola híbrida que servía para jugar tanto en la pantalla grande de tu casa como en tus manos de manera portátil. Todo esto gracias a la utilización de diferentes periféricos, los cuales pueden transformar a la consola cuando el usuario lo requiere.

Y esa promesa, creo que se mantiene hasta hoy. Tal vez no de una manera tan suave y rápida como se ve en los videos promocionales, pero la capacidad de la Nintendo Switch de transformarse en lo que la persona requiera en cuestión de segundos y sin interrumpir lo que uno está jugando es quizás la principal gracia que tiene este producto.

La fortaleza portátil

La Switch viene con tres modos de uso, todos dependientes de la tableta-consola. Y lo primero que hay que tener en cuenta es que se trata de, ante todo, una consola portátil. Su peso ligero, su pantalla amplia y sus cartuchos que permiten cargar datos más rápido y sin necesidad de instalarse, son características hechas para vender un sistema portátil antes que uno casero.

Y como portátil, la consola es un privilegio. La pantalla de 6,1 pulgadas es la más grande que se haya creado para un dispositivo de estas características, lo que permite mostrar las gráficas de juegos como Zelda: Breath of the Wild con gran detalle, a pesar de ser solo una versión de bolsillo. La duración de la batería, por otra parte, es regular: pude pasar más de dos horas jugando en un bus sin problemas, pero al finalizar ya me estaba pidiendo que la conectara a la corriente.

Lo bueno es que cuando ya llego a casa puedo llegar a cargarla y hacer uso del segundo modo: como consola de TV. Esto se hace colocando el sistema en un dock que viene incluido y que se encarga de cargar la consola pero también de poder conectarla al televisor. Lo que se ve en pantalla es simplemente solo un espejo del sistema en el televisor, con mejoras en la resolución que se ve, pero nada más. Lo que si he notado es que el rendimiento de la consola baja en este modo, al menos en Zelda.

Esto porque al estar en modo TV, la resolución aumenta de 720p a 900p -y se promete que subirá hasta Full HD-, y al parecer eso es mucho para la máquina. O quizás es solo un problema de optimización, es muy temprano para saberlo, considerando que Zelda es el único juego de lanzamiento que exige a la máquina.

El tercer modo, es el modo "de mesa" y es un híbrido entre los dos: con un stand se puede colocar la tableta sobre una superficie para que varios jueguen alrededor de ella de manera inalámbrica. Es ideal para juegos de fiesta que no requieran mucha atención al detalle, o para jugar en solitario en un lugar donde te quitaron el televisor, pero de los tres modos es el que me veo usándolo menos.

Los Joy-Con

Pero a pesar de que todo funcione como debe, también hay que reconocer que el de la Switch no es un concepto que pegue de manera masiva como lo fue la Wii hace ya más de una década. Eso si, para quienes ya son gamers la consola tiene un encanto innegable. Remover y colocar los Joy-Con -los pequeños controles que se llevan todo el peso de la innovación- se siente bien y se hace de manera muy sencilla, tal como uno esperaría de un producto de Nintendo.

Todo este cuento de hadas cambia cuando a los controles se les coloca el grip, un accesorio que debería facilitar la utilización de los pequeños Joy-Con, pero cuyo proceso de uso es complicado, engorroso y casi siempre pareciera ser que uno está dañando los controles en vez de protegerlos. Un error de diseño que se va repitiendo en varios momentos pequeños: el dock que conecta la consola al televisor es de un plástico que efectivamente raya la pantalla.

No al nivel que he visto en videos y fotos de redes sociales, pero sí pequeños rayones que, aunque son imperceptibles, están ahí, presentes, latentes, haciendo cada vez menos valiosa tu consola.

Así que primer consejo: protectores para la pantalla (si es que tienen la suerte de encontrarlos).

Sobre el resto de los problemas que han aparecido en la red, no los he visto: el Joy-Con izquierdo funciona a la perfección, los glitches gráficos no han ocurrido ni tampoco el bloqueo del sonido. Un día si dejó de responder el botón de encendido y apagado de la consola, por lo que tuve que hacer un hard reset. Y sería. Nada grave y todo dentro del margen de errores que conlleva ser un early adopter.

El principal problema

Pero quizás el peor pecado de la Nintendo Switch en estos momentos es su pobreza. Pobreza que se nota en el catálogo de lanzamiento -solo 5 juegos en retail más algunos más en digital-, en el diseño de su sistema operativo pero por sobre todo, en las funciones extras del equipo.

Y no hablo solo de quejarme porque no tenga Netflix o Spotify, Nintendo siempre ha sido una compañía que busca la experiencia de juego primero y la multimedia después, pero hay detalles que no se entienden. La lista de amigos, por ejemplo, no cuenta con un sistema de mensajes, agregar amigos solo te sirve para ver que están jugando y acumular una lista interminable de potenciales compañeros. Peor aún es la incapacidad de guardar los saves de tus juegos en una tarjeta de memoria, quedando amarrados, hasta ahora, para siempre a tu consola.

Esto significa que si por alguna razón deben hacer valer tu garantía y cambiar tu consola, o si quieres renovarla, todos tus avances se irán con ella. Algo que claramente puede ser arreglado con una futura actualización, pero no es la gracia.

Porque tienes dos opciones: o lanzas una consola con pocos juegos y muchas apps para pasar el tiempo, o si vas a hacer una máquina dedicada a jugar, demuestra que tienes variedad de títulos para hacerlo. Pues bien, la Switch trae pocos juegos, poca memoria y un sistema operativo que no ofrece más que jugar y comprar.

¿El veredicto entonces? La Switch es una sólida experiencia portátil, una que gracias al ingenio de Nintendo permite tener controles de una consola completa en un formato pequeño. El concepto a nivel de hardware funciona, y mientras tengas claro que por su poder no van a llegar todos los juegos de la industria, comprarla no será un error.

El problema es cuando, y ahora, la verdad no vale mucho la pena. Salvo que tengas ganas irrefrenables para jugar Zelda (y aun así, podrías ir por la versión de Wii U), no hay mucho que la Switch te pueda ofrecer. Es un problema que se arregla con el tiempo: el abril tendrá un Mario Kart, más adelante Splatoon y ARMS y a fin de año, un nuevo Mario.

Quizás para el estreno de la aventura del fontanero que será en Navidad, la consola tenga el desarrollo necesario para convertirse en un dispositivo indispensable. Pero por ahora, es solo una muy buena máquina hecha solo para satisfacer a sus fans.

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