The Force Awakens: Mi primera vez con Star Wars en el cine

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Esta es una historia de cómo llegas al mejor lugar del mundo y tienes las mejores sensaciones del universo, fuera de tiempo, de forma inesperada y casi como un acto de justicia tras muchos años.


Me hice fanático de Star Wars muy viejo. Recuerdo algunas pasadas en Cinecanal. Otras en la televisión abierta chilena. Me costaba entender gráficamente un universo distinto, uno en el que no todo era agradable a la vista como estaba acostumbrado con las películas de Disney. Uno en que un hermano y una hermana se daban un inexplicable beso.

Pero mi amor empezó. Lo hizo así: una maratón en el cable alimentó la firme decisión de ver las películas originales en el orden inicial: IV, V y VI. Luego, nunca estuve ahí para ver los episodios I, II y III en el cine. Lo más cerca que logré estar fue una fila en el Cinemark del Líder en el paradero 17 de la Gran Avenida. Me quedé sin entrada para ver La Venganza del Sith, la única que intenté acompañar en un teatro.

Casi exactos diez años después, el escenario era de nuevo un cine. Pero a diferencia de la decepción del párrafo anterior, el contexto era alegría. Estaba con el equipo completo de #MouseLT fuera del Cine Hoyts San Agustín, junto también a cientos de fanáticos que iban apareciendo de a poco, escapándose de sus trabajos, saliendo de ellos en el caso de ser nocheros y capeando clases, porque Star Wars volvía.

Lo hablé con Alejandro Alaluf y Francisco Aguirre antes de entrar: era mi primera Star Wars en el cine. Nosotros estábamos ahí, haciendo una maratón del webshow que dio, en muchos sentidos, origen a este sitio. Tras la primera media hora de transmisión, ya nos habíamos metido entre lo más comentado, pero me costaba concentrarme. Micrófono en mano, la dinámica era entrevistar personas disfrazadas, comentar de qué se podía tratar y, aún a esa hora, evadir los spoilers.

"¿Te comiste alguno?", me preguntó mi amiga Camila Díaz antes de entrar. "Ninguno", le dije. Claudio Portilla, hoy redactor de este sitio, me dijo que él se había comido uno feo, pero aún guardaba la esperanza de que fuera falso. Y al fin despedimos la maratón, con las risas nerviosas de las personas, con los que son de verdad más amigos que compañeros de trabajo.

El cine estaba atestado y vimos, al igual que en los timelapses que se hacen con los estadios, cómo pasó de estar vacío a ser una verdadera caldera de fanáticos. La cortina de Lucasfilm ya no sonaba igual que en casa.

Cerré los ojos, no hice ninguna broma -muy raro- y escuché a John Williams darme la bienvenida por primera vez a un mundo que no conocía. Y obvio: tirité entero con la primera toma mostrando una nave, como es costumbre.

Porque Star Wars, aunque sea con Disney, otros directores, actores y escritores a la cabeza, es muy responsable de la ciencia ficción y fantasía que me ha tocado ver. Sin que esa cortina resuene en los cines no habría existido prácticamente nada de lo que me gusta hoy y me gustó cuando niño.

Pagaba y me pagaban una deuda. Sobre la película: prefiero vivir en un mundo en que existen estas nuevas películas de Star Wars y muchos niños pueden sentir esa parada de pelos que viví cerca de los treinta, a uno en que la galaxia lejana es solo un recuerdo.

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