Review | Kong: Skull Island es un espectáculo pirotécnico y no más

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Es una película de monstruos gigantes pero no una gran película de monstruos gigantes.



Kong: Skull Island es una película al parecer pensada en todos aquellos que no quedaron conformes con la última Godzilla hecha en Hollywood, ya que muchos criticaron que no se mostrase a cada minuto al monstruo gigante al centro de su historia. Eso, pese a que el original de 1954 seguía su misma dinámica.

Por eso mismo no sorprende que esta superproducción dirigida por Jordan Vogt-Roberts posea menos virtudes que la película del rey de los monstruos que dio puntapié inicial a lo que en definitiva terminará transformándose en un nuevo universo cinematográfico. Es decir, es una pieza que sigue la gran moda que quieren armar los estudios en Hollywood.

Pero eso no significa que necesariamente esta sea una mala película de monstruos, que esté más emparentada con el mamarracho que Roland Emmerich estrenó sobre Godzilla en 1998. Y es que al menos Kong: Skull Island es un espectáculo pirotécnico de monstruos batallando contra monstruos y en donde los humanos son meras hormigas. En ese esquema simple, se defiende.

Quizás deja de lado el relato de su historia, y por momento entra en un terreno demasiado estúpido, relegando como elemento muy secundario a todo el contexto político que la marca al ser una película situada justo en paralelo al fin de la Guerra de Vietnam. Algo que intentan construir con el personaje de Samuel L. Jackson, que es un soldado que no quiere volver a perder un conflicto y que ve cómo un simio gigante despacha a todo su batallón en su ansia por proteger la isla y la vida que habita en ella. Ese punto, en el que Kong protege a su isla, es lo único realmente desarrollado y que da carácter al personaje.

Pero una vez que dijeron que se daría pie a algo como Godzilla vs Kong, y teniendo claro que existió King Kong vs Godzilla en 1962, una película carente de presupuesto y sin otro foco más que enfrentar a personas con trajes de monstruos gigantes, entenderán que este no es precisamente el Kong clásico que inició todo el género. Menos el de la versión de Peter Jackson, que debería ser más valorada de lo que fue.

Este Kong sin duda es diferente a las versiones mainstream previas e inclusive tiene un guiño al crossover japonés, ya que en una secuencia el simio gigante se engulle a un calamar gigante tal y como sucede en un minuto de aquella olvidada película. Ese no es precisamente un guiño a Oldboy.

Con eso en cuenta, no hay tampoco mucho para defender de Kong salvo su entrega de helicópteros siendo destruidos como insectos, el foco de movimientos menos toscos de este nuevo simio gigante o la inventiva de algunos diseños de monstruos que pululan de forma secundaria en la historia. En el resto, nunca abraza su discurso anti-bélico y solo da chispazos sobre el rol de Kong.

Más aún,  hay que destacar que existen secuencias de acción en su último acto que no tienen sentido ni lógica en términos de su espacio. Por ejemplo, mientras un grupo de humanos le dispara a un monstruo gigante que se enfrenta a Kong, la bestia tipo reptil se centra en el personaje de Tom Hiddleston solo porque es Tom Hiddleston.

Por eso mismo, en lo que concierne a sus personajes, todos los humanos son desechables, tanto aquellos que se pueden reconocer someramente, así como el resto que está en el fondo solo porque se necesita más carne de cañón. Son tan poco desarrollados, que una vez que los despachan cuesta recordar si en algún punto tuvieron trascendencia. Y salvo un par de momentos, que involucran a John Goodman y a John C. Reilly, tampoco hay mucho para que los personajes importan.

Kong: Skull Island representa así un nuevo caso en donde perfectamente se podrían haber contratado actores desconocidos para todos los roles. Pero no, eligieron estrelllitas solo para garantizar que las butacas fuesen rellenadas. De otro modo, realmente no se explica la presencia de Brie Larson en una película en la que no hace nada más que posar y ser utilizada por su belleza en las secuencias en donde solo tiene que usar una polera. Y eso no va solo para ella, sino que para el resto del elenco.

Aunque ese tipo de jugadas es molesta, o que se haga uso de canciones de rock como una sucesión de hits que son utilizadas solo como un guiño de nostalgia que a veces recuerda lo mal hecho en películas como Suicide Squad, también reconozco que por no esperar nada más que una película de acción de monstruos gigantes pirotécnica, en donde los humanos fuesen destruidos por completo y los monstruos gigantes se diesen hasta por debajo de la lengua, dio pie a que no detestase a una película que igual da espacio para ser detestada.

Si te importa Kong, no solo en términos de lo que representa como icono a partir de la película de 1933, o si abrazaste el Godzilla de Gareth Edwards, que reinventó al rey de los monstruos con un trabajo cinematográfico de primer nivel, es probable que este espectáculo provoque una mueca reprobatoria. Pero como no las emparento, creo que esta superproducción solo entrega explosiones puede ser más cuestionada por ser solo satisfacción momentánea.

Es decir, Kong: Skull Island da espacio para exclamar sorpresa ante un momento particular, como cuando el simio gigante destruye a cada helicóptero que se le cruza por delante, pero también dejando espacio a la apatía que se instala con cada espera del próximo gran momento de explosiones. Es, en síntesis, un gran pegoteo de momentos y eso le juega en contra.

La idea tras Kong: Skull Island es una sola: crear una primera piedra para luego concretar el puente que permita enfrentar a Kong con Godzilla. Más allá de eso no hay, en una superproducción de efectos por montones que hace referencias a los MUTO y que deja para el final una de las escenas post-créditos más despreciables del último tiempo, ya que no tiene sentido alguno más que calentar la sopa con una sorpresa que más encima es spoileada por sus propios créditos.

A la larga, esta nueva película prometió inspirarse en un montón de películas de primer calibre, y probablemente esa era la intención de sus realizadores que succionaron hasta el cansancio a Apocalipsis Ahora durante la promoción, pero en definitiva solo quedó reducida a una película de monstruos clase B de 185 millones de dólares que lamentablemente, salvo el personaje de John C. Reilly, no abraza esa esencia.

Aunque tenga sabor explosivo, y se sustente como una película en donde monstruos gigantes batallan, Kong: Skull Island no se decide completamente por el camino más B de este tipo de superproducciones y ese es probablemente su principal pecado. En el resto, es la película de monstruos gigantes que se podía esperar.

https://www.youtube.com/watch?v=JZAKc3rxuGc

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