Review | El Ascenso de Skywalker es, para bien y para mal, la película más Star Wars que es posible

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Todo lo viejo es nuevo en el final de la saga Skywalker dirigido por J.J. Abrams.



"¡Los muertos hablan!" es la primera frase que surge en la cortina de créditos de 'Star Wars: El Ascenso de Skywalker' y, durante las posteriores dos horas y 20 minutos, queda en claro que aquí no quieren dejar descansar a los muertos bajo la idea de que todo lo viejo puede ser nuevo otra vez.

El Episodio 9, promocionado como el final de la saga Skywalker, se establece así como una respuesta directa a la subversión de 'Los Últimos Jedi', actuando como una película que busca contentar a moros y cristianos con dosis de fanservice que entran peligrosamente en el terreno de la satisfacción fan-fiction. Es decir, esta fue hecha como la película más Star Wars que fuese posible, lo que de por si genera la serie de altibajos que marcan a su última travesía.

Téngalo claro, aquí meten en la juguera a la mayor cantidad de elementos reconocibles para cautivar a los fans más fervientes, aquellos cuya entrada en todo caso está garantizada, y guizás enganchando al público general, pero poniendo en un segundo plano al significado que alcanzó sus cotas más altas con las dos primeras películas de la saga. En ese camino, también se genera un espacio de vacío marcado por las contradicciones que este nuevo argumento genera con lo hecho previamente propia nueva trilogía en manos de Disney. ¿Rey quién? Pues aquí lo sabrán.

De ahí que, con la decisión de traer a Palpatine de regreso a la cabeza, y el proceso de retcon que eso genera en las respuestas puestas en pantalla por el equipo comandado por J.J. Abrams, este Ascenso de Skywalker inevitablemente se establece como una secuencia de pistas utilizadas por un DJ para remezclar grandes éxitos. Y claro que a muchos eso les puede encantar, pero también en ese escenario se refuerza la idea de que nunca habrá nada como el original. Hay nuevos stomtroopers, droides, planetas y hasta los caballeros de Ren aparecen, pero no hay aporte en la mayoría. Y eso se debe a que la nostalgia, en definitiva, siempre le hará un flaco favor a Star Wars.

Quizás lo más decidor de todo eso radica en el hecho de que en el Episodio 9 nos topamos con reciclados de la destrucción planetaria de la antigua estrella de la muerte o inclusive un momento tipo "yo soy tu padre", entre otros, dando pie a un constante déjà vu que puede que funcione muy bien en algunos casos, y en ese momento con una lágrima literalmente lo sabrán, pero que generalmente carece de sustancia. Y ese es su mayor sino.

Lo anterior no quiere decir que esta película carezca de elementos nuevos, pues de lo contrario no sería una película de Star Wars. En un momento bastante excitante, nos presentan una persecución en el hiperespacio, que se relaciona con el cambio establecido en Los Últimos Jedi sobre el rastreo logrado por la Primera Orden. Esa secuencia es emocionante porque se trata de algo nunca antes visto en esta franquicia, pero también hay que recalcar que, en su ritmo familiar carente de desafíos, en el resto prima el desbalance. No es menor que se vayan a la segura para ir en contra de un Kylo Ren que previamente llamó a dejar morir al pasado, matarlo inclusive si era necesario.

Sin entrar en spoilers, la historia en esta ocasión está centrada en base a las interrogantes que aún queda. Por un lado está el hecho de si Rey (Daisy Ridley) aprenderá algo nuevo sobre su familia en su camino como la última jedi y, por el otro lado, si Kylo Ren (Adam Driver) puede conciliar su propia historia familiar con su puesto como Supremo Líder. En el camino también ponen a los principales personajes, incluidos Finn (John Boyega), Poe (Oscar Isaac), Chewbacca (Joonas Suotamo) y los droids, en una aventura en nuevos mundos de la galaxia, sin hacerle el quite a la camaradería y bromas mientras buscan un objeto antiquísimo que se vuelve en la gran clave para la batalla definitiva contra la Primera Orden.

Un punto que al fin funciona, en ese sentido, son los intercambios entre sus héroes principales. Uno de los grandes problemas de 'El Despertar de la Fuerza' radicó en el casi nulo espacio de desarrollo e interacción entre sus protagonistas. En un punto, por ejemplo, Rey se enfada de la decisión de Finn de escapar, sin que exista mucho peso para esa situación. En 'Los Últimos Jedi', por otro lado, Rey solo conoce en sus últimas instancias a Poe. Ese tipo de decisiones mermaron a que tuvieran mayor fuerza los propios nuevos personajes de la saga, lo que es reencausado en esta secuela final.

Aquello también se relaciona con el uso de Leia, ya que en esta película logran el milagro de utilizar tomas descartadas para mantener a la general en la historia. Aunque inevitablemente los diálogos se sienten calzados con forceps, hay ingenio en su uso y el encanto de Carrie Fisher sigue presente en esas tomas que fueron filmadas hace más de cuatro años para otra película completamente diferente.

Aquella idea de calzar todo a la fuerza también es la llave con la que Abrams mira hacia atrás y deja que fluya la mayor cantidad de nostalgia para desbordar el río. No solo para nutrir el caudal como un cierre de nueve películas, sino que también para socavar los cambios temáticos y narrativos impulsados por la película anterior de la saga. Esa dinámica, obviamente, da pie a algo que entrega en bandeja algo lo suficientemente familiar.

Pero conocido es el hecho de que George Lucas se influenció en Akira Kurosawa, Joseph Campbell y su amor por Flash Gordon, entre otros, para crear a Star Wars. La forma en que alineó a esos fragmentos nos entregó algo completamente nuevo que se encargaba de ser original en su propia ley. Quizás lo que más deja 'El Ascenso de Skywalker' es que ahora las influencias están solamente en lo que antes fue Star Wars, lo que solo da pie a refritos de fan-fiction de gran escala que solo mejoran el apartado técnico de los efectos visuales, pero no el trasfondo de la filosofía que impulsó a la saga de la Fuerza.

Todo está limitado por cómo Abrams posa más que nunca sus manos en los juguetes de otra persona, pero igual nadie puede replicar la forma en que otra persona jugó. Eso puede posibilitar que se escabulla emoción entre las reuniones y las despedidas, que es lo que pasa en los buenos momentos que sí existen, pero también no hay espacio para algo realmente memorable cuando el reciclaje de lo que fue Star Wars es el principal combustible.

https://www.youtube.com/watch?v=AXRAdmJvzcs

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